Mi primer libro: Historias de COVID
Por Mario A. Medina
El próximo sábado 30 de este mes, en el Centro Cultural “Bella Época”, en la librería “Rosario Castellanos”, del Fondo de Cultura Económica (FCE), presentaré mi primer libro: “COVID del horror a la esperanza; relatos de la pandemia”.
Es un texto de más de 300 páginas que empecé a trabajar por allá de mayo del 2020, a partir de algunas notas periodísticas que, en medio de la pandemia provocada por el virus del Sars-Cov2, compañeros y compañeras reporteras, nos informaban de lo que en el mundo y en México estaba ocurriendo, atrapados por la mayor crisis de salud en el planeta.
Aquellas entrevistas, crónicas y reportajes me generaron una preocupación, que esos registros periodísticos se perdieran, y más tarde quedaran en el olvido. Fui encontrando notas de diversos medios, cuyos actores, hechos o circunstancias eran las mismas o parecidas, por lo que fui recabando en mi computadora las “ligas”; fue entonces que inicié la redacción esas historias.
Por mi edad -mayor de 60-, de mi empleo me mandaron a mi casa hacer el famoso home office; tenía tiempo para leer y empezar a dar forma a lo que inicialmente consideré el libro podría llamarse “Historias de COVID”.
Leer lo que estábamos viviendo en México y en el mundo me provocó lo que seguramente a millones, un estado de ansiedad, de miedo, de preocupación, fue entonces que me decidí no sólo a recabar información periodística, empecé a buscar gente que me platicara sus vivencias, pero también, igual que a mí, seguramente los estragos que el “maldito virus” les estaba provocando: crisis de angustia, desasosiego, de no saber qué podía pasar al siguiente día.
Busqué a médicos amigos que me recomendaban otros colegas que estaban en la “primera línea” de atención a pacientes graves. Hubo quienes se proponían para relatarme lo que habían vivido o seguía padeciendo, y tras referirmeque su condición no había sido “tan complicada, aunque con ciertas molestias”, les agradecía, pero era sincero: “necesito historias dramáticas”, porque sabía que había por miles, por millones.
Fue entonces que entrevisté a Roxana Moreno Vázquez, odontóloga de profesión que trabaja aun en el área administrativa de una clínica del ISSSTE. Me contó no sólo las difíciles circunstancias que pasó toda su familia, cuya madre, de edad muy avanzada, no se contagió, a pesar de que todos los integrantes de la casa se infectaron, su marido de gravedad.
Igual, otros médicos me narraron, a pesar de sus miedos, su decisión de atender a quienes se habían infectado, de cómo unas horas después de intubarlos, fallecían; de su desesperación por no poder salvar vidas, pero también estaban ciertos que ese virus que se decía había llegado de China, no sabían cómo enfrentarlo, de cómo ganarle la batalla, Lo mismo de sus satisfaccione cuando firmaban el alta a sus pacientes que habían vencido a la muerte.
En los llamados diarios nacionales y en medios electrónicos encontraba notas de las agresiones a médicos y enfermeras; personal administrativo de los hospitales, quienes, sin lugar a duda, son unos héroes anónimos; muchos fallecieron como mi amigo el doctor Roberto Torís, epidemiólogo, quien murió por haberse contagiado del Sars-Cov2 atendiendo pacientes en el Hospital la Raza.
Pude encontrar narraciones de fuera del país como la deYgona Moura, una joven influencer brasileña quien se burlaba de que existiera el COVID-19, de una familia en Lima, Perú, de cómo de la noche a la mañana una mujer tuvo que hacerse cargo de sus cuatro hijos y de sus cuatro sobrinos, poque su hermana falleció víctima del virus, y de un orfanatorio de monjas en el Estado de México que tuvo recibir a muchos niños y niñas que se quedaron sin padres, abuelos, tíos, parientes, sin nadie.
Ariel Sosa, periodista, tuvo que enfrentar en carne propia al virus; la muerte no pudo vencerlo, y aunque pudo tocar la “campana de la vida” cuando dejó el Magdalena de las Salinas, hoy en día las secuelas siguen presentes en su organismo.
En el libro van a encontrar otras historias que enojan y nos hacen lamentar la triste condición humana, desde aquellas que cuento, murieron familias enteras, después de contagiarse en un velorio en Cuautitlán Izcalli; la de una enfermera en Yucatán a la que le quemaron su auto y su casa o a quienes no dejaban subir al transporte público porque al verlos con la vestimenta médica les gritaban: “¡Traés el pinche virus!”
Tuve que regresar a la oficina. La redacción del libro se prolongó. Sí, pasaron muchos meses, pero a la vez, ello me permitió, incluir otras historias que estaban relacionadas con la pandemia, como la de “El cantautor que no creyó”, y por festejar su cumpleaños, por “echar desmadre” se murió. En el libro sabrán de quién hablo.
La siguiente semana espero narrarles otra parte de mi compendio que estoy seguro les interesará leer algo más que esta reseña; los relatos de personajes de la política, de la guerra del “Cártel de las medicinas”; de las “peripecias” diplomáticas para conseguir los implementos de protección y ser de los primeros países en conseguir las vacunas y otras más de ángeles y demonios.
Que no le cuenten…
Solitos se aplauden, solitos se festejan, solitos se echan porras, solitos se premian. Cuatro botones: Artículo de Fondo: Javier Lozano; Humor Político: Chumel Torres; Periodismo Social: Fernanda Familiar; Análisis Político: María Amparo Casar. Disculpalos José Pagés Llergo. !Ah! También a tu hija.