¿Despropósito?
Por Mario A. Medina
El miércoles pasado la periodista Carmen Aristegui calificó como “un absoluto despropósito que la Presidencia de México se erija como poseedora de la verdad y señale quién miente y quién no en los medios de comunicación”.
Veamos. En el pasado cuando un reportero, articulista o el medio de comunicación incomodaban algún funcionario o de plano enojaba al Presidente de la República, el Ejecutivo federal no tenía por qué “enfrentarse” a quien lo descalificaba, a quien mintiera o simplemente expusiera su punto de vista. Para ello tenía a su operador de prensa.
Esa tarea le correspondía al Coordinador de Comunicación Social. Éste, simplemente, mediante una llamada telefónica al dueño del medio o al director, le recordaba que su diario, estación radiofónica o de televisión no se encontraba regular con sus impuestos, con el pago de las cuotas del IMSS o lo advertía de otras situaciones como medida de presión para que le “bajaran”.
En este sentido ha sido interesante el debate en medios sobre si es conveniente o no la aparición en las “mañaneras” del Presidente, el “Quién es quién en las noticias falsas”.
Estoy convencido de que el Presidente tiene derecho a reclamar a sus detractores cuando mienten, pero no a descalificarlos sin ton, ni son, o peor aún, estar todos los días enfrentándose con ellos y los medios. Tal vez en el corto plazo gane, pero esta estrategia más adelante lo puede llevar a perder.
Está bien que exprese su desacuerdo, pero es necesario también que acepte el escrutinio crítico, democrático, no ver siempre “moros con tranchetes”, pues estoy claro que hay muchos articulistas quienes sus acusaciones no las hacen con un propósito golpeador sino para poner el dedo en la llaga sobre los “errores” que ellos ven del gobierno.
Efectivamente a diario, desde que llegó López Obrador, y aún antes, lo sabemos, sus enemigos políticos falsean información, “intoxican el debate público”. De manera destacada esto lo observamos en las redes sociales con el propósito de que la población, que es común no investigue, se trague las famosas fake news.
Lo mismo ha pasado con un buen número de comunicadores quienes aprovechando la plataforma que tienen, divulgan noticias falsas y se dan vuelo con su golpeteo, pero también es cierto que muchos han expresado sus desacuerdos con el mandatario y tiene derecho a ello, es decir, a disentir, pero al mismo tiempo, el Presidente tiene el mismo derecho acontestarles, y qué mejor que lo haga en las mañaneras, de manera abierta y no recurra como en el pasado a que su jefe de prensa levante el auricular y amenace al dueño del medioo algún analista para que se “comporte”, pero tampoco a manera de venganza, siempre respetado su derecho a disentir, sin represión y sin censura, como él mismo dijo en su tercer informe del “triunfo histórico democrático”.
El ejercicio de “quién es quién en las noticias falsas” no me parece malo, pues es como si estuviéramos hablando del derecho a la réplica. Es común que el medio de comunicación o el articulista no permita a quien se siente agraviado poder replicar una nota falsa o imprecisa, salvo honrosas excepciones. Tal vez lo mejor sería que el “Quién es quién en las mentiras” se diera a conocer en un comunicado, pero con un propósito aclaratorio y de manera profesional.
Ana Elizabeth García Vilchis, encargada de señalar quiénes son los “falseadores”, no se le puede descalificar por su juventud y falta de experiencia, pero si lamentar que se le haya responsabilizado encabezar la ofensiva en el campo de batalla, donde por el contrario se necesita de un mariscal, un experto en la materia, con las tablas necesarias, que no trastabillé, que no anteponga animadversiones sobre criterios profesionales, que al reclamar sepa de la forma y el tono. Sí,está bien, “informar con la verdad para que el pueblo de México pueda ejercer su derecho al acceso a la información”. Por cierto, frente a ella está allí, por ejemplo, Jenaro Villamil, que estoy seguro lo haría mucho mejor.
Efectivamente, en dicho ejercicio, la oficina presidencial tiene derecho a mostrar quiénes son los falsarios, pero también está obligada a fundamentar fehacientemente con datos duros y no sólo con señalamientos discursivos que acusen “infodemia”. El propósito debe ser aclaratorio y no descalificatorio.
Sí, sería un error que el gobierno busque erigirse como la “poseedora de la verdad”, pero también tiene derecho a replicar a quienes de manera deliberada o por error mienten. Desde luego que el tema es de “principios democráticos esenciales”, donde efectivamente la confrontación día a díacon los medios y analistas es inconveniente, pero también es deshonesto día a día falsear información, ya no digamos con propósitos golpistas, pero sí por una guerra sucia, por mala leche.
Se puede estar de acuerdo que el Presidente “se equivoca en un ejercicio de esta índole” si no tiene el propósito esclarecedor, pero es cierto también que la “guerra”, no la de los últimos tres años, sino la que ha enfrentado Andrés Manuel López Obrador desde mucho antes, lo ha llevado a decidirse por esta acción, por este propósito que no coincidosea un despropósito, pero insisto, debe hacerse de manera profesional porque de lo contrario se les puede revertir cuando algún día un comunicador, como ya ocurrió, sea correteado, escupido y ninguneado o peor aún, le peguen una buena madriza.
Que no le cuenten…
Llamó la atención el acento del tercer Informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Interesante su tono conciliador, pues si bien sigue adjetivando a sus opositores, se mostró menos confróntate. Sí, desde luego la pasión por su proyecto sigue viva, y que si bien no renuncia a su narrativa frente a su opositores, también es cierto que pudimos ver a un López Obrador mediador, ecuánime.