Opinión

Clasemedieros

Por Mario A. Medina

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que la clase media de nuestro país es “aspiracionista sin escrúpulos morales”, se dio un tiro en el pie. De entrada, él viene precisamente de este sector. Es evidente que ni forma parte una clase privilegiada, es decir del sector acaudalado, ni mucho menos se le puede situar como parte de la clase “jodida”, de los pobres, pues.  

Dice él que la clase media es “individualista”, “carece de escrúpulos morales”; “son partidarios del que no transa, no avanza” y que “apoyan a gobiernos corruptos”. 

Sí pero no. En nuestra relación social podemos encontrar que efectivamente muchos de nuestros conocidos encajan perfectamente en este tipo. Sin embargo, también es cierto que muchos a quienes se nos puede encuadrar como clasemedieros, no tenemos nada que ver con ese tipo “aspiracionista sin escrúpulos morales, transas y apoyadores de gobiernos corruptos”. 

No por algo, y con mucha razón, varios amigos me hicieron llegar su molestia y hasta su “encabronamiento”, como me lo hiso saber uno, por lo dicho por el Presidente, cuando todos ellos votaron por él en el 2006, 2012, 2018 y cunando fue Jefe de Gobierno de Distrito Federal, incluso sufragaron mayoritariamente por Morena en la elección recién pasada.   

Ha dicho él que no está de acuerdo con el pensamiento “que entre más clase media haya, habrá más conservadurismo”. Coincido, pero tampoco el conservadurismo se “quita” con más educación como ha señalado el mandatario. Muchos quienes ha estudiado en escuelas públicas y egresaron de ellas, a pesar de la educación que allí mamaron, siempre se mostraron conservadores, individualistas y sin escrúpulos, y no obligatoriamente una buena parte de ellos proviene de la clase media, emanaron de las clases bajas, si acaso de las clases medias bajas.   

Si acudimos a las definiciones que tienen que ver con percepciones económicas, a decir de la OCDE, para que una persona pertenezca a la clase media debe percibir un sueldo mensual de 20 mil pesos. Hay otras clasificaciones que señalan que, para poder ser considerados parte de la clase media, es necesario contar con satisfactores como seguridad social, educación, alimentos, servicios de agua, drenaje, electricidad y teléfono. 

Entonces, vale la pena preguntarnos: ¿es pecado que las familias mexicanas cuenten con estos beneficios y con recursos salariales que les permitan acceder a estos satisfactores?  

En su libro La Región Más Transparente, Carlos Fuentes retrata allí a la clase media mexicana de los años 50, una clase media “aspiracionista”; una parte de ella accedió a este estrato, luego de haber llegado de la clase pobre urbana, incluso de una clase aun más pobre, la campesina, que tuvo oportunidad de estudiar en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) o en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Aquí dos párrafos de cómo veía Carlos Fuentes para ese tiempo a la clase media, particularmente la que vivía en la capital de país: “México tiene ahora una clase media. La clase media es el elemento activo de la sociedad. Aquí y en todas partes. Los ricos se preocupan demasiado por sus riquezas y sus dignidades para ser útiles al bienestar general. Por otra parte, la clase mesterosa es, por regla general, demasiado ignorante para desarrollar poder. La democracia dependerá, para su desarrollo, de los esfuerzos de la clase media activa, trabajadora, amante del adelanto.

“Hemos creado por primera vez en la historia de México, una clase media estable, con pequeños intereses económicos y personales, que son la mejor garantía contra las revueltas y el bochinche. Gentes que no quieren perder la chamba, el cochecito, el ajuar en abonos, por nada del mundo. Esas gentes son la única obra concreta de la Revolución, y ésa, fue nuestra obra”. 

Cuando leemos a los estudiosos de las clases medias, éstos señalan que “en efecto la principal beneficiaria de la movilidad social a la que dio lugar la Revolución, a partir del avilacamachismo”, fue precisamente ésta. Desde luego cuando uno hace un repaso de aquellos gobiernos, encontramos que ese sector social era en buena medida individualista y corrupto, pero tampoco, como no se puede generalizar hoy, era un sector al que se le podía descalificar a ultranza.  

No. La clase media, de una u otra medida, es un sector social que en los últimos años ha sido un factor para la democratización del país. Muchas de las instituciones que en las últimas cuatro décadas se han creado, ha sido gracias a los aportes ésta, que se ha preparado y ha sabido aportar sus conocimientos adquiridos en las universidades para el avance de México. 

Efectivamente, “¿qué de malo tiene ser aspiracionista? Alguien -seguidor de la 4T-, que me diga que después de escuchar la reflexión presidencial sobre las clases medias si siente culpable de haber ascendido a ese estrato social. ¿Acaso buscar superarse, no sólo económicamente, sino también académicamente, nos debe hacernos sentir mal?

Insisto, y es del conocimiento de todo mundo, buena parte de los cambios sociales que ha experimentado la nación desde nuestra independencia, se han producido gracias a la participación de las clases medias. 

El propio Presidente de la República es producto de una movilidad social común de cualquier nación que le permitió llegar a este estrato social y desde allí ha sido un factor importantísimo para la transformación, y no hablo de la cuarta transformación del Presidente López Obrador, hablo de la transformación que logró el ciudadano Andrés Manuel López Obrador, El Peje, que despertó conciencias y después de varios intentos, luego de varios fraudes electorales llevó a los mexicanos a derrotar no a un gobierno, sino a un sistema político, pero hay que decirlo, acompañado de manera destacada de la clase media intelectual que aportó mucho para avanzar en la democratización del país.

Fue la clase media, la clase social encabezada por Andrés Manuel López Obrador la que empujó, la que dirigió a las clases bajas no sólo a votar por él, sino a revelarse y, por ejemplo, a no vender su voto y a sumar uno tras otro más de 30 millones de sufragios. La victoria sobre las élites de poder no sólo fue “un vigoroso soplo de esperanza” para las clases jodidas, también lo fue para las clases medias y medias bajas, cansadas, hartas de gobiernos fraudulentos, corruptos.

El periodista Arturo Cano habría de describir el festejo social del triunfo de Andrés Manuel cuando en la plancha del Zócalo el gentío repetía su segundo apellido: “¡Obrador!, ¡Obrador!, ¡Obrador!” Fue, apuntó: “El grito (que) hermanó a generaciones”: Estaban aquí, (…) los viejos del 68, los mayores que se la rifaron en la raya del fraude electoral en 1988 y 2006, los jóvenes que, de acuerdo con los datos disponibles y las caras que se vieron frente a Palacio Nacional, votaron por el candidato mayor en la contienda”. “El festejo multigeneracional en el Zócalo” le llamaría. Y fue allí donde estuvieron presentes mayoritariamente las clases medias, pero no sólo allí sino en toda esa guerra que tal vez comenzó allá en Tabasco el 9 de noviembre de 1989 cuando Salvador Neme Castillo le robó la gubernatura al joven Andrés Manuel. 

Se equivoca lamentablemente el Presidente al desdeñar a la clase media. Debe entender que ésta sabe premiar y castigar a los gobiernos para bien o para mal, pero un hecho es claro, y lo debe entender quien está obligado a entenderlo: La clase media tiene, por su preparación, un enorme peso, y descalificarla sin más es un grave error de estrategia y peor si se golpea a la que ha sido aliada.  Lástima, ya de por sí hablar de clasemedieros suena medio gacho, medio despectivo.

Que no le cuenten… 

Un amigo morenista me confió: “Decidí no dejar huella alguna. Quemé mi título de licenciatura y mi cédula profesional; el de maestría lo metí al boiler, renuncié a otra que estaba por comenzar; hice cachitos el de prepa, los de secundaria y primaria los eché al bote de basura. Sólo dejé el de kínder. Es que no quiero que me acusen de aspiracionista”.