Opinión

Entre Trudeau y Sheinbaum; la diferencia

Por Mario A. Medina 

“América mexicana se oye bonito, ¿no?”, reviró con elegancia diplomática, pero al mismo tempo con la dureza política que merecía el destinatario: Donald Trump..

El bulero de pelos de elote había provocado: “el Golfo de México debe llamarse Golfo Americano”, como una sentencia de propiedad. La respuesta de gobierno mexicano en voz de José Alfonso Suárez del Real quien, con datos históricos, le explicó a Trump del porqué del nombre, Golfo de México, incluso, acotó: el nombre es reconocido internacionalmente, hasta por la misma ONU.

La presidentA no se ha hecho chiquita frente a Trump; ha respondido a las provocaciones sin espantarse y de frente, haciendo a un lado las recomendaciones de ciertos analistas que proponen asumir la “estrategia sólida” de los gobiernos neoliberales: “deberían estar haciendo lobby”, y no seguir, dicen ellos, la “táctica de avestruz”, de “no reconocer que tienen un problema en enfrente”. Proponen que actuemos como súbditos, vasallos, que corramos a besarles los pies, como sí lo hizo el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, que de inmediato, tras la victoria de Trump, de volada, se puso a las órdenes del republicano quien asumirá por segunda vez, en los próximos días,  el gobierno de los Estados Unidos (EU). 

Trump aprovechó que Justin corrió a visitarlo en su casa de Mar-a-Lago en  Palm Beach, Florida para trolearlo, cuando en su red social, se refirió a éste como “gobernador” y no como Primer Ministro, y que Canadá debería ser el estado 51 de Estados Unidos. Una “broma” que generó malestar entre los canadienses, ciudadanos y políticos; fue uno de los factores que llevó a Justin a renunciar al liderazgo de su partido, el liberal y, al mismo tiempo a dejar, en breve, de ser el Primer Ministro del país de la hoja de maple. 

Justin fue un personaje carismático que tuvo el apoyo de una sociedad que apostó a su proyecto liberal; en 2015 su partido ocupaba el tercer lugar, pasó a tener una mayoría de escaños en el Parlamento sin precedentes en la historia política de aquel país.

Su padre, Pierre Elliot Trudeau, ejerció también el poder como Primer Ministro, de 1968 a 1979 y de 1980 a 1984; fue también un personaje carismático, aunque Justin, según analistas de la política canadiense, destacó más que su padre y se mantuvo en el poder por arriba del tiempo en que estuvieron contemporáneos como Barack Obama (EU), Angela Merkel (Alemania), Shinzo Abe (Japón) o David Cameron (Gran Bretaña). 

A pesar de tantos años en el poder y haber nacido prácticamente desde el seno del poder, Justin Trudeau, no tuvo el tamaño político para saber cómo enfrentar a un político que todo mundo sabía que es un provocador, pendenciero, mentiroso que lo hizo caer en su juego. 

Desde el triunfo de Trump, y aun antes, durante la campaña electoral en EU, cuando el ahora presidente electo lanzó dardos para acá, Claudia Sheinbaum ha estado a la altura, sin achicopalarse; ha actuado con dignidad, sin la visión de postración que asumieron, por decir lo menos, los presidentes del PRIAN neoliberal.

Cuando Donald Trump buscó asustarnos con el petate del muerto, que  cuando estuviera de nueva cuenta en el gobierno, iba a intervenir de inmediato en México para acabar con los cárteles de narco al considerarlos “grupos terroristas”, para poner fin al tráfico de fentanilo y al crimen organizado, un discurso que fue solamente mediático para ganarse las simpatías de la sociedad estadunidense. 

Ha mandado mensajes de advertencia al anunciar, desde antes, el nombramiento de quien será el nuevo embajador gringo en México, Ron Johnson, considerado un “halcón”, exmilitar, boina verde, personaje rudo y temido.

Como he señalado, Claudia Sheinbaum no se ha enganchado, pero tampoco se ha hecho chiquita frente al personaje que representa Trump, quien aseguró, en días pasados, “México está en manos de los cárteles del narcotráfico”. La respuesta de la presidentA, fue un tiro certero de tres bandas: “creo que lo mal informaron de que en México todavía gobiernan Felipe Calderón y García Luna, pero no. En México gobierna el pueblo”, respondió firme.

Quienes de alguna manera han considerado que la estrategia de la presidentA frente a Trump no es la más conveniente, es porque se asumen y suponen que México debe actuar como súbdito, como vasallo de nuestro vecino del norte. Esa era la mentalidad de los gobiernos del PRI y del PAN, y lo es de muchos analistas “sesudos”, que hoy reclaman se haga lo mismo.

El pasado jueves en El Universal, el periodista Luis Cárdenas publicó: “Por cierto, ¿se imaginan si Trump, en su afán de atacar a México, acusara que los cárteles producen fentanilo hasta en las cocinas residenciales? ¿También lo descalificaría la presidenta, como hizo con el New York Times”? Considera el también conductor del noticiero radiofónico de MVS-radio que sería un error de Claudia Sheinbaum a atreverse a tal cosa, así fuera en un afán de burlarse, de atacarnos, sin importar que fueran mentiras. Lo que propone es que aceptemos y nos postremos ante el todo poderoso gobierno de los EU.

“¿Qué hacemos para que Trump no termine por doblarnos”? pregunta Cárdenas. Claudia, digo yo, le respondería, como les respondió al New York Times, con datos, con información científica, también con elegancia política, pero sobre todo con dignidad, dejando claro que México no será súbdito, vasallo del gobierno de las barras y de las estrellas, y que México es México, no un estado más de la Unión Americana, porque conocemos de nuestra historia.

Esta es la diferencia entre Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum.

Que no le cuenten…

¿Meter las manos en favor del gobierno de Nicolás Maduro? Ni pensarlo, pero tampoco por esa derecha rancia, tramposa, mentirosa (Corina Machado, Edmundo González y otros muchos) financiada desde Washington, Miami, Madrid; por Felipe CaldeRon y Vicente Fox.