Opinión

¿Lunáticos o rebeldes?

Por Mario A. Medina 

En la película El Padrino II, en la que se recrea el triunfo de la Revolución Cubana (en un testimonio de un hecho real, como fue el derrocamiento de Fulgencio Batista y la victoria de Fidel Castro el 1 de enero de 1959), horas antes (31 de diciembre de 1958), reunidos en un hotel de la Habana para celebrar el cumpleaños de Hyman Roth, un mafioso cubano, éste le explica a Mikel Corleone que está agradecido con el gobierno de Batista, pues dice: “no hay límite hasta donde podamos llegar”.

Aquellas escenas fueron filmadas una en locaciones de Veracruz, Mérida y Progreso en México.

Cuando están departiendo con Mikel el pastel por la celebración de Roth, éste  explica a sus amigos qué hoteles, como herencia, serán para cada uno de  ellos: (…), “el Capri para la familia Corleone”, al tiempo que agradece la actitud bondadosa de Batista: “Esta clase de gobierno sabe cómo ayudar al empresario y alentarlo”; “ha aportado la mitad del efectivo de la inversión en la base de dólar por dólar,” (…)  “lo que tenemos ahora es auténtica sociedad con el gobierno”, presume orgulloso.

Rodeados de socios y guardaespaldas Mikel le confiesa que ha visto algo muy interesante: “un rebelde fue arrestado por la Policía Militar, y para no ser detenido con vida se hizo estallar una granada que tenía en su chaqueta; se suicidó liquidando tambien al capitán del comando”, detalla. Entonces alguien dice: “Esos rebeldes son unos lunáticos”.

Mikel contesta: Es posible, pero se me ocurrió que, si al soldado se le paga por pelear, a los rebeldes no”. Roth le pregunta en un tono molesto: “¿y eso qué te indica?”. Lacónicamente el hijo de Don Vito Corleone afirma con contundencia: “¡Que pueden ganar!”  

¿Qué quiso decir el hijo del heredero de la mafia siciliana en Nueva York?  Que el soldado lo hace por convivencia salarial, mientras que el rebelde, pelea, lucha, da la vida por principios, por convicción.

Si aquella escena horas antes del triunfo de la revolución castrista la extrapolamos al día de hoy, estaríamos escuchando al conservadurismo nacional acusar a la población de nuestro país de ser unos “lunáticos”, unos “ignorantes e incapaces de poder elegir a sus gobernantes”; de “suicidas”, y por eso nos recetan: “disfruten lo votado” a manera de regaño, “para que se nos quite lo p…”. 

Bien dijo en días pasado Denisse Maerker en Tercer Grado de Televisa que “no se le puede pedir a alguien que tuvo resultados tangibles en su vida en estos seis años, lo que otros gobiernos no se los dio; no se les puede pedir que estén en su contra”, ha dicho la periodista. 

A querer o no, de una u otra forma, la población está mayormente informada gracias a las “benditas redes sociales”, a pesar del cúmulo de desinformación generado por medios esctritos, radio, televisión y algunos portales conservadores. 

Citaba la semana antepasada el estudio de  Andrea Fernanda Nenetzin Turri Domínguez de la UAM Xochimilco,  donde se dice: “la mañanera se convirtió en una herramienta para la democratización del ecosistema mediático y el empoderamiento social”.

Desde las alturas de la intelectualidad orgánica y el clasismo social de quienes se creen mejor preparados, suponen que la población no tiene la capacidad de entender qué es lo que le conviene, ellos presumen sí saberlo, por eso pretenden reprendernos: “bola de ignorantes”. 

Quienes durante estos seis años no entendieron el cambio, la transformación que vivió la población, nos siguieron ninguneando, como lo hemos visto en las redes sociales. Para su desgracia, no tuvieron la visión de entender qué fue lo que pasó en el país, y peor aún, no se percatan que “perder tiene consecuencias”, como dice la analista del diario Milenio, Viridiana Ríos:  “para la derecha, la democracia no es democracia cuando pierden”, y es por ello que nos sueltan una retahila de insultos por no haber votodo por quien a ellos y ellas veían como su salvadora.

Por eso, como aquellos mafiosos cubanos, la derecha aquí, no sólo considera a los simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador de “lunáticos”. Han ido más allá no sólo por haber votodo por Claudia Sheinbaum, sino por aprobar la reforma al poder judicial; o cuando los clasifican de “nacos”, “ignorantes”, “jodidos”, “muertos de hambre”, en un claro acto de clasismo y odio. 

En un ejercicio de imaginación, si Mike Corleone hubiera estado en el último Grito de Independencia de Felipe Calderón y en el último de Andrés Manuel,  cuando al primero, desde la plancha del Zócalo, los reunidos ahí le gritaban: ¡”ASESINO¡, ¡ASESINO!, ¡ASESINO!” y AMLO: “¡GRACIAS!, ¡GRACIAS!, ¡GRACIAS!”, el hijo de Don Vito Corleone, entendería por qué la derecha fue derrotada y por qué la Cuarta Transformación ganó. 

Pero más allá de esto, están muy lejos de ser unos lunáticos, la mayoría de las y los mexicanos ven su futuro muy distinto al que estuvieron destinados por décadas durante el neoliberalismo del que se supieron ajenos a ese proyecto, y sí al que los volteó a ver y los consideró como nunca antes. Fueron una suerte de rebeldes.   

Que no les cuenten…

Quienes juran y perjuran que Claudia va a ser una títere, se van a llevar una gran sorpresa.