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Descubren en el Bosque de Chapultepec fosas funerarias con más de 3 mil años de antigüedad

A escasos metros del caos vehicular de la avenida Constituyentes, en el límite de la tercera sección del Bosque de Chapultepec, un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) registró una serie de fosas funerarias prehispánicas, entre las que destacan 10 tumbas troncocónicas con aproximadamente tres milenios y medio de antigüedad, la mitad de ellas con entierros humanos.

El hallazgo, ocurrido a mediados de año, es resultado del acompañamiento que la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, en coordinación con el Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, brinda a las obras de la Línea 3 del Cablebús, que lleva a cabo el Gobierno de la Ciudad de México como parte del plan integral de movilidad del proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Dicho contexto se localizó en un promontorio, a la altura del Parque Cri-Cri, donde se construye una estación del Cablebús, y trasciende al ser la primera vez que se localiza arquitectura funeraria de las primeras aldeas agrícolas en el territorio que hoy ocupa el poniente de la Ciudad de México, y a una cota tan elevada: 2,416 metros sobre el nivel del mar.

De acuerdo con la coordinadora de las excavaciones arqueológicas, María de Lourdes López Camacho, el descubrimiento hace referencia a una aldea grande que debió existir en esta área de las Lomas de Chapultepec, en el límite del bosque, hacia los periodos Preclásico Temprano y Medio (2500-400 a.C.).

“Para que imaginemos, esta comunidad estaba viviendo aquí antes de la erupción del volcán Xitle y de la formación del Pedregal de Coyoacán. Y este subsuelo se conservó intacto más de 3,000 años. ¡Eso es lo fantástico!”, resalta. 

El hallazgo reitera la ocupación temprana del Bosque de Chapultepec, luego que hace más de un año se registrara una concentración de materiales de esa misma temporalidad en las cercanías del Centro de Cultura Ambiental, en la segunda sección, donde se exhibe una selección de estos.

En junio de 2023, el equipo de salvamento arqueológico, integrado por las y los expertos Eder Arias Quiroz, Víctor Vargas Juárez, Sandra Muñoz Vázquez, Adelina Montiel de Anda y Armando Altamirano Castillo, comenzó las exploraciones en las cercanías de la avenida Constituyentes. Ante la posible presencia de tumbas, los pozos de sondeo derivaron en excavaciones extensivas en un área de 200 metros cuadrados.

Para agosto de 2023, el sitio parecía un queso gruyere de arcilla, tras la excavación de las cámaras funerarias cavadas en el tepetate, cuyos diámetros varían entre uno y dos metros, y 1.50 metros de altura máxima. En total, se registró una decena de tumbas troncocónicas, así definidas por su forma en cono invertido y recortado en punta, por lo que también se les conoce como tumbas de botellón o de campana.

“Es una arquitectura funeraria muy particular. Ejemplos de estas tumbas se tienen en otras zonas del México antiguo, como la costa del Golfo y el occidente, también se han localizado en los actuales estados de México y Morelos, y se tienen registros en el sur, norte y oriente de la Cuenca de México. Faltaba ubicarlas en su lado poniente, ahora las tenemos”, expone la arqueóloga López Camacho.

De manera preliminar, por las características de los materiales asociados, las tumbas troncocónicas datarían del periodo Preclásico Medio (1200-400 a.C.), pero próximas al Preclásico Temprano (2500-1200 a.C.). Al interior de cinco de ellas estaban las osamentas de individuos que fueron depositados, mayoritariamente, en forma flexionada; debido a la variabilidad de su estado de conservación, solo se ha podido determinar, por los rasgos morfológicos, que cuatro son femeninos y uno masculino, casi todos adultos juveniles.

Cabe mencionar que, en un nivel superior, el equipo de salvamento arqueológico detectó algunas cistas rectangulares de las que se recuperaron tres entierros, dispuestos en un eje oriente-poniente. Esto sugiere que la citada aldea permaneció por tiempo prolongado, más allá del periodo Preclásico.

De ambos contextos funerarios se obtuvieron materiales diversos, algunos dispuestos como ofrenda: cuatro astas de venado trabajadas como herramientas, punzones, tecomates esgrafiados, una copa cóncava-convexa, buena cantidad de figurillas femeninas, el fragmento de un disco de pizarra (material importado, quizá, de la costa del Golfo), vasijas efigie y figurillas de rasgos esquemáticos que los arqueólogos nombran como “fantasmitas”.

Los objetos fueron trasladados al Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, para su clasificación y estudio. Algunas piezas cerámicas son objeto de microexcavación para recuperar su contenido, lo que permite obtener restos que hablan del uso que les dieron esas primeras comunidades.

Todas estas evidencias dan cuenta de la complejidad de las prácticas sociales y actividades productivas, como la agricultura, la alfarería y la construcción en el Preclásico, cuando se consolidaron muchos de los rasgos característicos de las sociedades mesoamericanas que permanecerían en los siglos posteriores.