Opinión

¿Sumisión frente al polizonte?

Por Mario A. Medina

“No nos creemos el gobierno del mundo”, respondió el departamento de Estado de Estados Unidos al presidente Andrés Manuel López Obrador. Efectivamente, no creen ser el gendarme del planeta, actúan como tal.

El lunes pasado el Departamento de Estado, que viene a ser la Secretaría de Relaciones Exteriores de aquel país, presentó un informe sobre las condiciones de los derechos humanos en 198 países del orbe, donde según el secretario de Estado, Antony Blinken, “a intención es evaluar todos los países por una misma norma”.

No es la primera vez que un gobierno estadunidense hace este tipo de evaluación, así sea demócrata o republicano, en el que aprueba o desaprueba a otros gobiernos, sean cercanos o lejanos; claro, a partir de sus intereses. En el informe se descalifica severamente, evidentemente, a Rusia, China, Cuba y Venezuela, pero no así, a gobiernos “amigos” como Egipto, Arabia Saudita e Israel. Cuando se le cuestionó a Blinken el por qué se calificaba a estos gobiernos “amigos” con otro racero a pesar de sus “abusos severos de derechos humanos”, respondió: “Trabajamos de diferentes maneras con diferentes países, tenemos una multiplicidad de intereses sobre los cuales trabajamos (…) Los derechos humanos son un interés central para nosotros, no es el único”. El informe sobre México, según publicó La Jornada, señala que “las elecciones mexicanas son generalmente libres e imparciales y las autoridades mantienen un control efectivo sobre las fuerzas de seguridad, pero abusos de derechos humanos significativos, incluyendo asesinatos y desapariciones por fuerzas del gobierno, tortura, violencia contra periodistas y actos serios de corrupción gubernamental, persisten en México”.

Aunque se reconoce los “esfuerzos del gobierno en torno a la investigaciones de la desaparecieron de los 43 normalistas de Ayotzinapa, (…) y por “arrestar a marinos y acusarlos de desaparición forzada en Nuevo Laredo en 2018”, no señala a ninguna estancia del gobierno federal o funcionario alguno de la actual administración de la tortura o de la violencia que acusa el informe.

Llama la atención cuando se refiere a medios de comunicación mexicanos que identifica como “independientes”, y acepta que éstos expresan “una amplia variedad de perspectivas sin restricción alguna”, es decir, que hacen uso pleno de su derecho a la libre expresión pero que “frecuentemente se autocensuran ante el temor de represalias por parte de funcionarios gubernamentales y organizaciones criminales trasnacionales”.

Tampoco identifica qué funcionarios son los que toman represalias contra los medios, menos precisa que en ninguno de los casos de asesinatos de reporteros existe alguna acusación directa en contra del gobierno federal. El informe no acota que cuando López Obrador critica a medios y comunicadores lo hace como un derecho de réplica, frente a las publicaciones de información falsa, y que muchos de esos periodistas utilizan sus espacios en los medios para expresar todo tipo de descalificaciones e insultos contra AMLO.

El Vice-portavoz del Departamento de Estado, Vedant Patel le contestó a López Obrador. Dijo que EU no se siente el “gobernador del mundo” y que tampoco ha negado que tiene sus propios retos en materia de seguridad.

El asunto es que desde siempre los gobiernos estadunidenses, por lo que toca a nosotros, nos aplaude o descalifica a partir del comportamiento del gobierno en turno aquí. Cuando se han portado bien con ellos, cuando no les han levantado la voz y cuando han cooperado ampliamente y concuerdan con sus intereses, no ha habido problemas, y por eso, los informes de Washington han sido benévolos con los gobiernos priístas y panista, si acaso les llegaron a dar un pequeño “raspón”.

Por ejemplo, Human Rights Watch en su informe anual 2021 ofreció un amplio referente sobre la situación de los derechos humanos en EU, donde se destacaba que los asesinatos policiales de personas negras y morenas, así como otros acontecimientos a lo largo del año 2020, pusieron al descubierto importantes fallas en su cumplimiento.

Del ataque al Capitolio del 6 de enero del 2020, Nicole Austin-Hillery, directora ejecutiva del Programa para Estados Unidos de Human Rights Watch, señaló posibles actos delictivos en la materia por parte del presidente saliente Donald Trump, a la vez que destacó la necesidad de que “el gobierno de Biden dé prioridad a problemas de derechos urgentes como al racismo sistémico y otros abusos subyacentes”. En ese estudio se sostenía que el gobierno del demócrata “debería integrar el respeto por los derechos humanos en su política nacional y exterior”, y que “las futuras administraciones deberían de comprometerse con los derechos humanos”.

Pero sobre todo, se insistía, que el gobierno debería de atender “la persistente desigualdad racial, proteger al pueblo estadounidense de la violencia del extremismo blanco, respetar los derechos de los inmigrantes y solicitantes de asilo y abordar las disparidades económicas, incluidos los impactos del cambio climático”.

No se les pasó las muertes causadas por la policía en contra de George Floyd y Breonna Taylor, los disparos contra Jacob Blake y otros ataques contra personas negras. El organismo internacional refirió que durante la pandemia por el Covid-19 la administración del presidente Donald Trump; “tuvo y sigue teniendo un efecto enormemente desproporcionado en las comunidades negras, morenas y nativas americanas” y una “severa disparidad” en su atención a la salud, educación y situación económica. El informe del Departamento de Estado no empata con el de Human Rights Watch evidentemente. Es por eso que López Obrador se refirió a que el “departamentito” de Estado “ve la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio”. Independientemente de las críticas internas que pueda hacer aquí la oposición y periodistas que no simpatizan con el gobierno de la 4T, y que le aplauden al vecino gobierno estadunidense, los gringos sigue creyendo, aunque lo nieguen, que son los capataces del mundo y que tienen derecho a meter la nariz donde se les pegue la gana. Aunque insisto, los de aquí pueden opinar, pero es lamentable que éstos vean con “preocupación” que el mandatario mexicano –dicen-, “se pasa”, “tense demasiado la liga”, “le falte el respeto a los EU”; (que) “debe colaborar y no enfrentarse” a la nación más poderosa del mundo. En el fondo, lo que suponen es que AMLO está obligado a guardar silencio, aceptar, sin chistar, las descalificaciones de los güeros y que, como país, actuemos sumisos frente al polizonte.

Que no le cuenten…

Cuando en octubre de 2022 el Secretario de Estado de EU Antony Blinken visitó Canadá, grupos de personas de la provincia de Quebec se atrevieron a faltarle el respeto. Frente a él no se callaron. Les salieron respondones: “¡Yankees go home!”. “¡No a la intervención militar en Ucrania!”.