Democracia y capitalismo incompatibles
Por Mario A. Medina
El pasado miércoles el mundo pudo presenciar un hecho histórico: el ataque de un grupo de supremacistas estadunidenses azuzados por el Presidente de aquel país, Donald Trump, al ícono de la llamada democracia del nación más poderosa del mundo: el Capitolio. Muchos llamaron aquella acción “una intentona de golpe de Estado”
Interesante fue poder seguir el momento en que grupos de ciudadanos de la ultraderecha, señalados por diversos medios de comunicación y analistas de aquel país como “vándalos”, ingresaron al congreso americano con el propósito de impedir se certificara el triunfo del demócrata Joe Biden.
Los conductores de los noticieros y analistas lamentaban que esas hordas estuvieran mancillando la “democracia” del país de la “libertad”: “un atentado a la democracia más antigua del mundo”, un ataque al país que “es ejemplo de la democracia”, se ufanaban.
Aquellas escenas, como en una película, me remitieron a distintos tiempos en la historia del mundo, en particular en América Latina, cuyos pueblos hemos sido víctimas de la “democracia americana” donde prevalecen los intereses de los grandes capitales, donde quienes tiene el poder real, por ejemplo el llamado club Bilderberg, “los amos del mundo”, imponen obediencia, sumisión, amén de “inflar los egos a los más condescendientes con sus propósitos”; ensalzan y adulan a aquellos incondicionales que cooperan o forman parte de sus causas”.
La historia nos habla de ellos: Ulysses S. Grant, quien intentó en 1871 un golpe de Estado contra el Presidente Benito Juárez, por ejemplo. Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Gerald Ford, Jimmy Carter, Richard Nixon, Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush
El resto del subcontinente ha vivido momentos peores a los que el pasado miércoles EU experimentó. No podemos olvidar los golpes de Estado contra Rómulo Gallegos (Venezuela) (1948); Salvador Allende (Chile) (1973); Jacobo Árbenz (Guatemala) (1954), Juan Boch (Dominicana) (1963), Carlos Humberto Romero (El Salvador) (1979),Jean-Bertrand Aristide (Haití) (2004), Miguel Zelaya (Honduras) (2009), Manuel Antonio Noriega (Panamá) (1989); lo mismo que en Argentina, Paraguay, Brasil, donde desde el auto llamado “país de la libertad” han impuesto regímenes militares, represores.
Sus títeres desde Victoriano Huerta, Anastasio Somoza, Carlos Castillo Armas, Hugo Banzer, Rafael Leónidas Trujillo, Alfredo Stroessner, Augusto Pinochet, Jorge Rafael Videla, Alberto Fujimori, hasta Jeanine Áñez, por sólo mencionar algunos.
Como ha señalado Marcos Roitman en la su colaboración: “Estados Unidos, la democracia que nunca fue” en La Jornada de este viernes, presidentes como Kennedy, Nixon, Carter, Ford, Clinton, Reagan, Bush, padre o hijo, “con sus matices, se han saltado los preceptos democráticos como la no intervención, el derecho a la autodeterminación o el respeto a los derechos humanos”.
Sí, históricamente los mandatarios estadunidenses no sólo han impuesto gobiernos, regímenes represores en todo el mundo, donde no han muerto cinco o seis personas como ocurrió en Washington, han asesinado a cientos de seres humanos, han acabado con sus economías, han impuesto modelos de vida y, desde luego, llegan a imponer su democracia que no es otra cosa que sus intereses.
Fue lo mismo que buscó aplicar Donald Trump, favorecer a la ultraderecha multimillonaria, racista norteamericana, como señala Marcos Roitman, intereses de “la Asociación Nacional del Rifle y lobby, que van desde las farmacéuticas, compañías de seguros, multinacionales de la alimentación y las empresas tecnológicas de Silicon Valley, cuentan con un apoyo bipartidista”; desde luego “el Ku Klux Klan, el Tea Party, White Power, Skin Heads o Metal Militia”.
Sí, Estados Unidos y su población supo algo, aunque muy poquito, pero muy poquito, de lo que han sufrido los países y su población cuando ellos como nación han promovido golpes de Estado, han impuesto su democracia, su visión del mundo, demócrata o republicana, al final prácticamente son lo mismo. Que nos pregunten a los mexicanos qué nos ha representado ser vecinos de toda la vida de los EU.
Me pregunto si esta experiencia “traumática” como la calificaron muchos allá, ¿va a cambiar la forma de pensar de los gobernantes de EU y buena parte de una sociedad que se sienten los guardianes del mundo? ¿Dejarán tranquilos y que se autodeterminen Cuba, Venezuela o Bolivia? ¿Ya no meterán sus narices en el resto del planeta?
Sí, simplemente no me imagino al imperialismo estadunidense, a sus estructuras de poder y dominación, a supapel de “guardián de los valores occidentales, dizques democráticos”, renunciando a esas prácticas a pesar de todo su dolor y coraje que dicen tener por las “locuras” de Donald Trump.
Lo ocurrido en el capitolio, será recordado desde luego como un hecho histórico, pero sí, como dice Marcos Roitman, “ya sabemos, democracia y capitalismo son incompatibles”.
Que no le cuenten…
La decisión de Twitter, Facebook e Instagram de suspender las cuentas de Donald Trump tras disturbios en el Capitolioha sido respaldada por muchos en México y en el mundo. Lo justifican porque dicen que el presidente estadunidense incitaba a la violencia. ¡Cuidado! porque estamos en manos de otro truculento personaje: Mark Zuckerberg, propietario de estas redes sociales. Él es quien decide qué se difunde y qué no. Claro, como los de Trump, sus intereses están por delante.